“Me llama la atención esta vocación que tenemos por brindar con champagne a bordo del Titanic”
De paso por Buenos Aires, uno de los actores argentinos más reconocidos internacionalmente habló en exclusiva con DiAGONAL sobre su incursión en la dirección de cine y un tema que le genera pasiones encontradas: la Argentina.
Federico Luppi pasó el fin de año en la Argentina. Casi de incógnito, estuvo un mes filmando en San Luis bajo las órdenes de Leonor Benedetto y luego emprendió un viaje por el norte argentino junto a su esposa. A su vuelta, y antes de partir nuevamente para Madrid, conversó con DiAGONAL, el único medio al que le concedió una entrevista.
Algo cambió. El actor que filmó más de 50 películas incursionó el año pasado en la dirección de cine. Pasos, con guión de su esposa, la española Susana Fernández, nace del recuerdo de Luppi al llegar a España, quince días antes del “Tejerazo”, el intento de golpe de Estado del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero el 23 de febrero de 1981.
Allí se sitúa su ópera prima, que filmó durante el verano de 2004 y que espera poder estrenar pronto.
-¿Qué lo llevó a dirigir?
-En realidad no fue una decisión meditada, como transitar otro camino de la carrera, porque no lo había pensado así. El libro es de Susana, mi mujer, que recorrió un montón de productoras en Madrid hasta que a una le agradó el proyecto. A los pocos días me llama el productor y me dice ‘¿Por qué no la hacés vos?’ Naturalmente lo primero que dije fue ‘voy a pensarlo’ porque no estaba en mi esquema inmediato. Y en lugar de pensar porque la hacía me dije ‘¿Por qué no?’.
Para Luppi debutar como realizador de cine fue en muchos aspectos “una experiencia francamente invalorable” y recuerda su miedo en los meses previos. “Me dije ¿Para que me metí en esto?”. Pero apenas comenzó a trabajar en el proyecto los temores se disiparon. “Cuando comencé a visitar los lugares y a mirar plásticamente qué me servía, me sentí como si hubiese filmado toda la vida, como si supiera. Me refiero en el sentido de no tener temor a las decisiones, de cambiar ángulos, puestas en escena. Y lo hice con mucha fluidez, no sé si con solvencia, pero sí con fluidez”.
-¿Tiene ganas de filmar otro proyecto?
-A tal punto fue bueno para mi que, planteado como una posibilidad remota, me gustaría ahora dedicarme a dirigir y no actuar. Pero es difícil. No hay un filme que no baje de dos años y pico de preparación, el tema del dinero, conseguir la gente…
-Van a hacer un homenaje suyo en el Festival de Mar del Plata…
-Me enteré ayer y no sé que decirte… (se emociona).Los homenajes son inevitables, como las arrugas o la caída del pelo. De repente llegan y no importa cuántos méritos hayas hecho, si es que hay alguno. Si lo hacen, pues está bien. Me gustaría estar en Mar del Plata con mi película.
La charla sobre su película deriva en el teatro. Lo último que hizo fue, en 1997, “El vestidor”, de Ronald Harwood junto a Julio Chávez y dirigidos por Miguel Cavia. “Una experiencia riquísima”, recuerda. Pero desde esa puesta, de la que ya pasaron ocho años, Luppi no volvió a las tablas, aunque filmó casi sin descanso.
-¿Por qué no ha vuelto a hacer teatro?
-El tema es que cuando yo me voy a España con el tema del corral, estaba muy cabreado con el país, con todo lo que pasaba aquí, con esta degradación constante. Y en España hay un movimiento institucionalmente bien planteado, pero no hay todavía un criterio que me entusiasme, salvo que haga una pieza argentina, con argentinos. Es que el teatro tiene esa puta exigencia que no podés hacerlo de taquito, tenés que tener una pieza que te conmueva mucho, que tenga sentido para la gente. Te exige una posibilidad de vivencia que sea francamente autentica. No tiene sentido ir todas las noches a hacer función porque te contrataron o porque la pieza es un éxito.
Argentina
Hablar sobre teatro fue el preludio para entrar de lleno en el tema que más apasiona a Federico Luppi: La Argentina. Ahora uno encuentra reminiscencias de aquel Carlos Bonifatti que insultaba en Plata Dulce o de Mario Dominicci, el hombre recto de Un lugar en el mundo, por sólo mencionar algunas de sus actuaciones.
Luego del “Corralito” decidió radicarse definitivamente en España. Y entonces la pregunta ahora es cómo ve el país desde afuera.
“Vine el año pasado para un trabajo con (Eduardo) Mignona después de tres años y, nobleza obliga, no encontré el país como lo dejé, pero sí noté algo… como si nuestra clase media hubiese aceptado el derrumbe o tocar fondo; otro talante, había una cierta aceptación de la ‘divina pobreza’. Más calmo seguramente el país pegó un estirón en la economía”.
Pero el tema no queda ahí y aunque ahora ve las cosas un poco mejor, su mirada no es tan piadosa. “No tengo resuelto interiormente algunas preguntas que me hecho como ¿por qué este país alfabética, intelectualmente ávido, capaz, con cierto nivel de preparación, por qué votamos a Menem, a De la Rúa? Ahora estuve por Tucumán, una provincia riquísima, con una exuberancia… pero con un costado que claramente denuncia nuestro destino sudamericano: la repartija, la pobreza, la demagogia. Veo en la clase política prácticas que son de la vieja mafia política, que son de un nivel… es una especie de jaula de locas, donde todo lo que se hace es para conseguir más poder, generar más focos de corrupción y el país bien, gracias. ¿Puede ser que esto ocurra en la Argentina?
-¿Pero esto sólo pasa aquí?
-No es privativo de la Argentina la mala práctica política, pero lo que me llama la atención, y esto lo digo con pesar, es esta vocación que tenemos por brindar con champagne a bordo del Titanic. ¿Cómo permitimos que nos despojaran libremente? No tenemos carreteras, costas, gas, petróleo, trenes, aviones, no tenemos nada. ¿Cómo permitimos eso? ¿Cómo aceptamos ese disparate fenomal, porque cuesta trabajo entenderlo, de que un peso era igual a un dólar? ¿Cómo permitimos el corralito? Es una herida incurable que se va a repetir. Porque en esta Argentina, desde que yo tengo un recuerdo vigoroso de lo que es padecer la economía, los ministros de Economía han sido saqueadores de la fe y de la guita de la gente ¿Cómo permitimos eso? No tengo respuesta.
-Y en el terreno de la cultura, ¿cómo ve al país?
-Es el punto fuerte indeformable del ser argentino. Aquí siempre ha habido gran teatro, gran cine. Realmente quien planteó el devenir inmediato, los defectos, el que supo siempre más que nadie fue siempre el mundo de la creación artística. Siempre ha habido, aún en medio de la enorme crisis de los últimos 10 años, y lo planteo con enorme orgullo, un Aristarain con su cine, Trapero, Nueve reinas, una película excepcional, El hijo de la novia, Bolivia, Un oso rojo. Grandes filmes hechos con dos guitas en un país destrozado. Esa es la gente que tiene valor. Y cada vez que ha habido alguna gratificación en el exterior ha sido por algún deportista, en festivales de cine, por la danza, pintura, o a algún intelectual que le dieron un premio.
Terminando la charla, mate y facturas de por medio, Luppi reflexiona: “Me duele porque me cabrea. ¿Por qué los votamos? Esta especie exaltación casi religiosa de la avivada, sea por lo que sea, da lo mismo. Pero es la gente que después se enoja con Cavallo porque los roba y me da una impotencia… Y me duele porque soy argentino, porque si fuese finlandés qué carajo me importa”.
Próximo proyectos
Para este año Federico Luppi ya tiene la agenda bastante complicada. Realizará dos películas: una con un director argentino que vive en Los Angeles, cuyo título inicial es “Verano amargo”, porque trata el tema del corralito. La otra es un proyecto de Juan Carlos Desanzo que se llama “El cantor de tangos”.
Además, Bruno Pedemonte, el hijo de Telma Biral, le ofreció volver al teatro. “Me dio para leer una obra estupenda que sería para este año, pero estoy complicado con las fechas, aunque me gustaría mucho hacerla. El actor vive de proyectos”.
Publicado en Periódico DiAGONAL - Febrero '05 - www.diagonal.org.ar
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