jueves, marzo 02, 2006

Entrevista a Elisabetta Piqué, corresponsal de guerra

"No soy una kamikaze"
Empecé sin querer. Soy periodista y lamentablemente me tocó cubrirlo porque preferiría vivir en un mundo menos estúpido que este, donde no hubiese guerras”. La afirmación pertenece a Elisabetta Piqué, corresponsal del diario La Nación en Roma, que ha cubierto varias guerras desde el frente
Elisabetta nació en Florencia, Italia, pero creció en la Argentina, donde se recibió de Licenciada en Ciencias Políticas. Sin embargo, comenzó su carrera periodística en 1990 en la agenda de noticias ANSA y desde ese momento el periodismo es su profesión y la cobertura de conflictos bélicos, casi su especialidad. Ha estado en Haití, Bosnia, Kosovo, Afganistán e Irak, por mencionar algunos.
Desde 1999 es la corresponsal en Roma del diario La Nación, desde donde sigue la actividad del Papa, pero también de todo lo que acontezca cerca. “No terminé de alquilar mi casa y de comprar los muebles, que ya estaba en Albania, por el tema de la guerra de Kosovo”, recuerda.
Contando su experiencia Elisabetta escribió un libro, “Diario de guerra, apuntes de una corrsponsal en el frente” donde cuenta su experiencia durante las guerras de Afganistán e Irak “Salió sólo, no lo tenía pensado”, cuenta. Una amiga le sugirió llevar un diario donde contase su experiencia y eso luego se transformó en un libro.
Allí relata los avatares de una corresponsal de guerra que no trabaja para las grandes cadenas mundiales y que debe muchas arreglárselas sola. “Yo no me quejo, pero es otra realidad. CNN o BBC se mueven con grupos de 20 personas y es mucha la diferencia. Pero no significa que no puedas trabajar. Es más complicado, pero uno siempre logra hacer la cobertura”.
El problema es que muchas veces las condiciones son de una precariedad extrema: dormir en autos o galpones, no tener baño o luz, son problemas comunes en este tipo de trabajos donde se convive con el horror, la locura y la muerte.
Sin embargo, Elisabetta destaca que entre los corresponsales hay siempre mucha solidaridad. “Bien o mal todos estamos cubriendo un momento difícil y no tenemos las mismas comodidades que hay durante unas elecciones. Uno comparte y trata de sobrevivir de la mejor manera”.

Ser mujer
Muchos piensan que ser mujer es una desventaja para un corresponsal de guerra, sobre todo el mundo islámico, donde en algunos países las mujeres están muy limitadas. Pero Elisabetta cuenta su caso concreto en Afganistán, donde debido a que las mujeres debían usar la burka, un tipo de velo que les cubre el cuerpo y la cara y que no pueden sacarse delante de los hombres ni hablar con ellos. “Allá tenía una ventaja sobre los colegas varones, que era comunicarme con una mujer. Porque si no una mujer no la dejan hablar con un hombre. Yo hablaba con ellas y después le pasaba los apuntes a los hombres. Yo podía pasar a la cocina, hablar con ellas y ante mi se sacaban su velo”, recuerda, y agrega: “Hay quien dice que la mujer tiene una sensibilidad distinta, para mí es algo más personal que una cuestión de género. Quizás vemos cosas distintas hombres y mujeres, pero que uno sea mejor que el otro para cubrir una guerra no se puede decir. De hecho, cada vez hay más mujeres”.
En este tipo de trabajos la relación con la familia y los afectos “es un tema complicado”, reconoce y más ahora que tiene un bebe de ocho meses. “Mi libro justamente está dedicado a mi padre” (‘A mi padre, que sufre mis coberturas, pero siempre está’). Por eso trata de tener contacto diario. “Aunque sean dos minutos para decir estoy bien porque se preocupa y lo entiendo. Trato de ponerme en su lugar y no gustaría que mi hijo haga esto”.
-¿Cómo manejas el tema de la muerte?
-Con total fatalismo. Trato de cuidarme lo más posible, porque no tengo que ser yo la noticia, si no tratar de contarla. Pero por otro lado, siempre pienso que si tiene que pasarme algo me va a pasar. Y también puede pasarme ahora saliendo a comprar el pan en Roma. Cuando te llega el momento, te llega, así estés en Roma, en Irak o en París.
Igualmente trata de cuidarse. “No soy una kamikaze, pero trato de vivir las cosas con serenidad porque tampoco podes trabajar. El tema fundamental es mantener la calma. Hay que tener frialdad y no volverse loco”, afirma
-¿En esos momentos te plantéas que hacés ahí?
-Todo el tiempo (ríe). Sobre todo, en Afganistán e Irak cuando nos escapábamos de un lugar en caravana en medio de la noche, cuando no podíamos prender un cigarrillo porque si no eras un blanco o estabas escribiendo debajo de la manta para que no vean la luz de la pantalla. Te lo preguntás porque son situaciones complicadas.

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